Marcos Méndez tenía 22 años cuando se sancionó la Ley del Matrimonio Igualitario en Argentina. Hacía apenas un año que les había contado a sus padres su orientación sexual. En ese momento, no imaginaba que esa ley que hoy cumple una década, le iba a dar la posibilidad, tiempo después, de contraer matrimonio con Alan Bonetto, con quien comparte sus días y planea en un futuro cercano ampliar la familia. 

Tanto para él como para su pareja y familia, la fecha es muy especial. “Primero me lo dijo mi mamá hoy a la mañana: ‘Mirá, se cumplen 10 años que se promulgó la ley’ y me lo dijo emocionada. Así que fue algo muy lindo, es como que fue un gesto hermoso de parte de ella, la emoción que tenía. Ella está feliz porque gracias a esa ley nosotros pudimos casarnos, empezar a convivir y ser felices”, contó Méndez.

Con 32 años, más maduro y reflexivo, Marcos esboza felicidad por la sanción de la ley de matrimonio igualitario un 15 de julio, pero de 2010: “Yo también estoy contento, pensando cómo era antes, cómo se tenían que esconder las personas, cómo era el estilo de vida previo a que se promulgara la ley”, remarcó, aunque consideró que todavía sigue habiendo un “estigma” en la sociedad: “Es como que está mal visto en algunas personas, pero yo creo que de a poco va a ir cambiando”, se esperanzó.

“Que los chicos no tengan miedo de ser felices, de amar a quien quieran amar y que no hace falta dar tantas explicaciones a la gente que los rodean. La gente que realmente los quiere, los van a seguir apoyando”, señaló Marcos. 

La ley de matrimonio igualitario se sancionó –cabe recordar- bajo la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y convirtió al país en el primero de América Latina y el décimo del mundo en consagrar la ampliación del matrimonio a personas del mismo sexo.

Un apoyo incondicional

Desde el primer momento, pese a que al principio le costó hablar con naturalidad de su orientación sexual con los más cercanos, Marcos afirmó recibir el apoyo incondicional de su familia y amigos.

“Mi adolescencia fue hermosa, con el tema este de la elección de sexo al principio lo vivía como un delito porque la sociedad es medio especial, por cómo trata al tema. Y yo también me escondía, lo vivía como si fuera un delito mi vida. Y todo esto conlleva muchas cosas que te pasan por dentro que son feas, hasta que lo pude hablar con mi familia, y me dieron todo el apoyo. Me entendieron, me aconsejaron y ahí lo pude vivir más tranquilo”, recordó sobre su proceso.

“Ya tenía 21 años. Lo hablé con mis vínculos más cercanos, mi hermano y mis viejos.  En un principio tenía un grupo de amigos cerrado. Y cuando lo hablé me entendieron. En el camino fui haciendo nuevos amigos y ya veía que el tema, a partir de los años cuando se fue avanzando, se tomaba mucho más relajado. Ya no había que explicar tanto. Decía ‘estoy en pareja’ y ya bastaba”, aclaró.

“La felicidad de uno no depende de lo que digan los demás, tenemos que animarnos a ser felices con la persona que el destino nos pone a nuestro lado”, manifestó Alan.

Sin embargo, más allá de que nota avances en la sociedad, Méndez reconoce que aún queda camino por recorrer. “Cuando estemos tranquilos, cuando nos demos cuenta que toda la sociedad haya entendido que no es nada anormal, que somos todos iguales, el día que podamos salir de la mano con mi esposo, que estemos en la vía pública sin tener que escondernos o podamos darnos una demostración de afecto sin tener una mirada juzgadora o un insulto, ese día vamos a darnos cuenta que cambió en serio la forma de vernos”, expresó.

Al instante ejemplificó con lo ocurrido en la ciudad Córdoba tras izarse la Bandera del Orgullo en un espacio público en conmemoración a la fecha, generando disturbios posteriores por parte de personas que decidieron bajarla del mástil: “Con lo que se generó con lo de la bandera, ahí empezaron los chistes homofóbicos. Fueron muchos hombres adultos con hijos que no se dan cuenta que a lo mejor sus hijos o nietos lo pueden estar viviendo. Antes se consideraban chistes inocentes, pero hoy en día ya suena chocante y es incómodo para los que lo vivimos, más que todos cuando hacen los chistes frente nuestro”, indicó.


Un noviazgo que terminó en casamiento y una sorpresa

Después de tres años de noviazgo, la pareja decidió avanzar un paso más dando el sí hace unos meses en la ciudad de Frontera, donde viven.

“Estuvimos de novio tres años, empezamos a salir, a conocernos y hace dos años casi que estamos conviviendo. Le propuse casamiento para su cumpleaños. Después, por dinero y otras cosas lo fuimos postergando. Fuimos a la jueza a pedir un papel para hacer un viaje y ella nos incentivó y ahí nos miramos y nos dimos cuenta de que sí, de que queríamos dar el paso y lo dimos. Fue muy especial. Aparte las palabras que utilizó cuando nos casó fueron palabras muy lindas, muy gratificantes”, rememoró Méndez.

Sobre el día de la fiesta, agregó un detalle muy especial: “En la fiesta hubo un momento muy especial. Bailamos el vals con nuestras mamás. Hubo una cosita que me pasó a mí, que ni me lo imaginaba. Para mí siempre fue un sueño bailar el vals con mi mamá y me daba cuenta de que le faltaba algo a ese sueño. Termino de bailar con mi mamá, se levanta mi papá y viene a bailar conmigo. Fue algo muy especial”.

“A veces uno cree que tiene que explicarles muchas cosas a sus padres o a sus abuelos, nos hacemos la cabeza, decimos ‘capaz no nos entiendan’ y muchas veces pasa todo lo contrario: nos entienden mucho mejor que nosotros”, finalizó.