Para Carlos Barbieri, el mundo de la huerta es apasionante. Son pocos los que entienden su dedicación, que saben que detrás de la cosecha de una fruta o una verdura existe un gran trabajo que inicia con la preparación de la tierra y la siembra, pasa por el riego, la fumigación, la poda, el mantenimiento del lugar y termina en la cosecha.

En tres terrenos, uno de su propiedad y dos de su familia, cuenta con cientos de plantas aromáticas, árboles frutales y hortalizas que nacieron por esa dedicación que manifiesta y que le transmite a sus hijos. Es el resultado de años de observación y práctica, sumado a su curiosidad que lo llevó a investigar sobre el tema y, por supuesto, al intercambio con otros aficionados.

Según contó a El Periódico, en la huerta de su casa se encuentran las plantas aromáticas como romero, salvia, orégano, curry, cebollines y perejil. También hay plantas de lechuga, rúcula y achicoria y una plantación de papayas en cuatro variedades, con semillas traídas desde Estados Unidos.

En los demás lotes se pueden encontrar, entre muchas otras cosas, ajos, acelga, pimientos, papayas, variedad de frambuesas, esponjas vegetales, cebolla de verdeo, rosas, mates, lúpulos, rabanitos y lechuga.

“Tener huerta no reemplaza la verdulería, pero significa producir un 40 por ciento de lo que comprás”

También describe la presencia de un limonero, un naranjo, dos ciruelos, granadas, frambuesas negras, tamarillo, paltas, un manzano, un olivo, una datilera, un duraznero, bergamotas, una higuera, pomelos, guindas y lúpulos. En ambos hay, además, arvejas, cebollas, zanahorias, rabanitos, remolacha y maracuyá.

En 2019, Barbieri supo mostrar con orgullo un zapallo que marcó en la balanza 72,700 kilos, sobre el cual confesó que el éxito para obtener tal resultado fue la plantación de unas semillas ‘Giant pumpkin’ que trajo de Estados Unidos.

El valor del trabajo

Para Barbieri siempre fue importante inculcarles el valor del trabajo a sus hijos, así como hicieron sus padres con él. Por ello sostiene: “Deberíamos como padres recriminarnos por no exigirle tanto a los chicos, como lo hacían nuestros padres, que decían ‘hoy vamos a la quinta’ y había que ir, ya sea a sacar yuyos, puntear, podar o regar. Nosotros tenemos la costumbre de pensar que sembramos la achicoria hoy y el domingo ya la sacamos para comer el asado. O de que como tiramos la semilla, al mes ya tenemos el zapallito. Y no es así”, aseveró.

“Tener huerta no reemplaza la verdulería, pero significa producir un 40 por ciento de lo que comprás”

Con esa idea, cada día de dedica casi dos horas al mantenimiento de los predios. “Todos los días hay que ir a la huerta porque las hormigas no duermen. Si no es el yuyo, es la poda, hay que recolectar las ramas, cortarlas chiquitas. Toda la basura va a un rincón donde con la tierra, las ramas y las hojas se va haciendo compost con las mismas lombrices”, detalló.

Para aprender más, aseguró que una herramienta muy importante es internet. “Hoy tenemos Google como herramienta. Hay varios libros en internet. Y el INTA aporta mucho”, reconoció.

“Tener huerta no reemplaza la verdulería, pero significa producir un 40 por ciento de lo que comprás”