Hace unos días se cumplió un año del crimen de Hermenegildo Breuza  (73), un vecino de La Milka que residía en una humilde vivienda de Santa Fe al 1300. Ante ello, un grupo de vecinos lo recordó colgando una bandera frente al lugar donde residía.

“Hace 13 años que lo conocía, que me vine a vivir acá. Una excelente persona, un buen hombre que se daba con todos. Si te podría dar una mano, a pesar de cómo vivía, en la indigencia, él estaba. Se ofrecía para lo que sea. Con mi esposo siempre estaba sentado tomando mates, una excelente persona”, recordó Rosalía Acevedo, una de las vecinas del sector.

El nombre de Rosalía figura junto al de muchos otros vecinos en el trapo que aún puede verse colgado en el terreno donde vivía “Pili”, como lo conocían al hombre.

“Se ofrecía a barrer la vereda, si le pedías que te limpie una planta él venía y lo hacía, no tenía problemas. Por eso nos dolió tanto todo lo que le hicieron injustamente. Era buen vecino, buen hombre, no le hacía mal a nadie”, agregó Acevedo que contó que tanto su familia como otras solían ayudarlo acercándole un plato de comida.

“Era un trovador”

Carlos Palmiro Deccia, el vecino que tuvo la idea de hacer la bandera en su honor, lo recordó como “un personaje de la ciudad”. “Era un trovador, le gustaba la guitarra, cantar, pero le falló la vida, compró una guitarra cuando ya era viejo”, sumó Deccia, quien rememoró la pasión de Breuza por el canto.

Quien lo consideraba “un amigo”, también recordó las tardes que pasaban juntos tomando mates y destacó su “virtuosidad” contando por ejemplo que, a falta de pava, el hombre calentaba el agua en una botella. “Vivió en el campo, era hachero, junto con el padre dependían de la leña para vender, para calentarse, para cocinar, para todo. Ya te da un diagrama de Martin Fierro. En la década del ‘70 viene a parar a San Francisco, no recuerdo de dónde era oriundo. Tantas ilusiones quedaron allá en su niñez, adolescencia, juventud. Era talentoso, buen narrador”, detalló.

Por su parte Griselda Cabrera, vecina de la cuadra, sostuvo: “Yo hace poco que vivo en el barrio pero lo veía pasar, hablaba con nosotros, comentaba que le gustaba tocar la guitarra, las peñas. Fue todo muy rápido y sorprendente. Era un personaje del barrio”.

Acevedo añadió: “Tocaba la guitarra, él decía que su sueño era hacer un localcito para una peña. Él cantaba, lo escuchabas todas las noches, las siestas. Lo anteúltimo que le robaron fue la guitarra; lo último, fue la vida”.

El “Centro Vecinal” en una sola persona

Todos sus vecinos recordaron el cariño de Breuza por el barrio y las labores que hacía para mantenerlo en condiciones.

“Hacía un trabajo de hormiga, despacito, él transformaba lo que era imposible. A veces lo veían prender fuego, que era la costumbre mía, y ya lo retaban y me retaban a mí. Y él saltaba ‘no me lo reten a Palmiro que esta vez fui yo y voy a seguir prendiendo porque ésta no es basura mía, es basura de ustedes’. Era un  ‘mal necesario’”, bromeó Deccia.

Y agregó: “Ahí no había robos. La cuadra era toda de él, desde que nace hasta el 1300 hasta que termina en Rioja. Él mantenía limpio, que el papelito, que el sachet, que el pañal, todo eso pasaba por la fogata de él”.

María Luz Benitez, otra vecina, añadió: “Siempre nos ayudó en todo, lo veía a mi marido con la pala y se cruzaba a ayudar. Prendía humo siempre, lo hacía para limpiar, lo tenía relimpio al terreno. Era dado, él no tenía pero siempre te regalaba algo, siempre estaba acá haciendo algo. A mí me arregló toda la vereda. Siempre de corazón, nunca nos pidió nada. Igual nosotros hacíamos comida y le alcanzábamos. Era la costumbre".

Nicolás De Carli, su marido, sumó: Era como el sereno del barrio, como el Centro Vecinal todo en él solo. Te cuidaba la casa, limpiaba cunetas, te ayudaba sin que vos le pidieras nada. Sacabas la hormigonera, te ponías a hacer cualquier cosa de albañilería y te aparecía al lado con la carretilla y sus herramientas”.

Una bandera en su memoria

Hermenegildo Breuza, el vecino de La Milka que sigue presente en el corazón del barrio

“Pili” a un año de tu partida te recordamos con cariño”, se lee la bandera que colocaron en el lugar donde vivía.

“Lo llevamos dentro de nosotros. A mí me cuesta aceptarlo hasta ahora. En invierno Nicolás le pasaba la comida y el café caliente, lo apreciaba muchísimo. A veces venía algún amigo a visitarlo. Se extraña verlo trabajar. Hacía quinta, daba vuelta la tierra, preparaba abono, y no era para venderlo. Era para ofrecértelo de corazón. Yo soy modista y lo último que le hice fue un poncho que él quería. Él me agradeció trayéndome una fuente que a él le habían obsequiado. Ahora la tengo de recuerdo”, dijo Acevedo.

Y finalizó: "Cada vez que salimos, es como que lo vemos, se lo extraña un montón”.