Canas, puntas resecas, “pelucas” alocadas. Las cabezas de los sanfrancisqueños, salvo las de los calvos, pedían a gritos la cuarta fase de la cuarentena que, con la flexibilización, les devolvió la vida a las peluquerías de nuestra ciudad.

Así fue que las tijeras volvieron este martes a afilarse y a emitir esa especie de chasquido veloz tras 52 días, debido al decreto del aislamiento social, preventivo y obligatorio.

La atención ahora está enmarcada en un protocolo de seguridad para evitar posibles contagios de Covid-19, por lo que es reducida y únicamente con turnos.

Ansiedad, algo de nerviosismo, pero sobre todo felicidad, las sensaciones durante la vuelta al ruedo.

Adaptarse rápido

Para Fernando Leyendecker (FL Unisex Hair Studio) reconocido estilista de San Francisco, el tema pasa por adaptarse rápidamente a las nuevas reglas de la pandemia y, sobre todo, al nuevo horario: “Yo empezaba a las 7, ahora me redujeron seis horas”, explicó.

Sobre el primer día de trabajo en esta cuarentena ahora flexibilizada, Leyendecker expresó: “Hubo un poco de todo; ansiedad, nerviosismo, pero sobre todo felicidad. Casi dos meses sin hacer nada de esto y extrañaba el ruido, a la gente, mis amigos…la peluquería es mi familia”, se sinceró.

El estilista, que tiene su local en General Paz y Libertad, indicó que un principio negaba la gravedad del nuevo coronavirus, pero aclaró que rápidamente entendió que no era “joda” este virus, ni había que subestimarlo: “Es algo que vino para quedarse y hay que amoldarse. Los barbijos van a terminar siendo un accesorio de moda en las fiestas y tendremos que combinarlo con los vestidos y los trajes”, bromeó.

También habló del protocolo, donde encontró un punto que le pareció “raro”, que es la no utilización del secador de pelo: “En una peluquería a una mujer no secarle el cabello es castigarla”, puntualizó y afirmó: “Trabajamos para que la gente no esté tanto dentro del local y tener una atención dinámica”.

“Fue duro”

Silvana Liendo lleva 25 años como estilista. Como los demás, la vuelta a la actividad le generó ansiedad, pero aseguró que ese sentimiento lo enfrentó con muchas ganas de trabajar.

En su local de barrio Independencia, el televisor está encendido con las noticias y adentro no se habla de otra cosa que no sea el coronavirus. Como lo marca el protocolo, Liendo se apresta a teñir a una clienta mientras otra espera, a una distancia de dos metros, ser atendida.

Y un día, las tijeras volvieron a cortar en San Francisco
Silvana Liendo.

“Esto es piscología, no es algo menor, no es un lujo, sino que es estar bien. Encima de que uno está angustiado por la situación te ves así en el espejo, con canas o el cabello mal y te sentís peor todavía”, definió de manera clara pese a la máscara y el barbijo que protegen su rostro.

La estilista indicó que trabajar con turnos no fue un problema, ya que así lo hizo siempre. Remarcó que los cuidados son otros y que trabajan como si cada cliente tuviese el virus: “Atendemos y tomamos las precauciones que hay que tener”.

Liendo manifestó que fue “duro” al comienzo de la cuarentena que le impidan trabajar, sin embargo lo fue entendiendo. Pese a ello, aseguró que podrían haber vuelto antes a la actividad: “Creo que esperamos demasiado. En realidad venimos estudiando hace mucho el protocolo y hay que acostumbrarse porque no sabemos hasta cuándo atenderemos así”.

Como “ovejas”, pero no en rebaño

En la barbería Hidalgo volvieron a respirar este martes. Agobiados por las cuentas a pagar, retornar al trabajo era determinante.

“Fueron dos meses sin ingresos, pese a ello el alquiler de marzo lo logramos pagar. Ahora queda afrontar abril y mayo, ya que no logramos cubrir nada. En mi caso no tengo ahorros, así que era esperar o esperar y cuando se pueda juntar”, narró Marcos Hidalgo, propietario del negocio, quien señaló que ahora el tema pasa por acelerar el ritmo de ganancia: “El ritmo nuestro de juntar el dinero para pagar todo en el mes ahora hay que acelerarlo. El ingreso también es menor porque trabajar con turnos es mucho más complicado. Por ahí te faltan y te quedan huecos, pero lo bueno es que pudimos volver y vamos de a poco. Nuestra característica era que venías y te cortabas el pelo, ahora tenemos que organizarnos de otra forma”.

Y un día, las tijeras volvieron a cortar en San Francisco
Barbería Hidalgo. 

La barbería, ubicada en uno de los locales aledaños a la terminal de ómnibus, lleva más de tres años abierta. En el medio, su propietario decidió abrir otro local cercano para atención exclusiva de niños, por lo que los gastos son por dos.

“La pandemia llegó en un momento donde tenía una clientela sólida y un buen flujo de clientes nuevos. Ahora nos manejamos con redes sociales para ir captando la atención de nuevos clientes.

A nosotros lo que nos mata no son los alquileres sino la boleta de la luz”, se sinceró.

Sobre cómo fue el primer día de reapertura, Hidalgo describió: “Todos venían a cortarse, tenían el pelo como ovejas”, dijo riendo.

Clientes solidarios

Joel Fernández está sentado fuera de su local llamado “The old school” (La vieja escuela). Pautó un turno para las 17 y faltan minutos para que el reloj marque la hora del té. Hace cuatro años que abrió su barbería y peluquería sobre Avenida del Libertador (S), a metros de la plaza General Paz.

Si algo confirmó en estos casi dos meses de parate es el ambiente de “confianza y amistad” que existía dentro de su local previo a la pandemia.

Y un día, las tijeras volvieron a cortar en San Francisco
Joel Fernández. 

“Un cliente habló con otros para juntar la plata de un corte de cabello para depositarla en un banco a nuestro nombre y ayudarnos a pasar el momento. Cuando me enteré les dije que ‘gracias’ pero no. Pude apelar a unos ahorros, a la ayuda del gobierno para los monotributistas y pudimos afrontar los gastos corrientes del local. De todos modos, el gesto habla de la confianza y del ambiente que tenemos”, contó sorprendido ante esa actitud solidaria.

Respecto a la vuelta al trabajo, Fernández indicó que en la previa “tratamos de ser pacientes” y tomar con calma el momento: “La ansiedad nos ganaba para abrir. Que se te corte la rutina diaria fue un cambio y ahora también lo es con el protocolo para atender”.

Si algo destaca el entrevistado es el momento en que les llegó la pandemia: “Estábamos bien, nos agarró en pleno crecimiento porque nunca tuvimos un parate. Muchos clientes extrañaban venir porque acá se desconectan. Nos decían eso, que nos extrañaban, ni que fuesen nuestras novias le respondíamos”, cerró bromeando.